Feliz Año Nuevo

31 de diciembre de 2008

233grados.com: Taza y media de Periodismo

30 de diciembre de 2008

Enrique Meneses: En Sierra Maestra hace 50 años con Fidel Castro y el Che

29 de diciembre de 2008


El periodista no es nunca protagonista de la información salvo.... le gustaba explicar a mi profesor de Redacción Periodística, José Luis Peñalva, allá en un lejano 1987 en la Universidad del País Vasco... cuando el cocodrilo le está mordiendo la pierna y entonces, lo cuenta.

Bueno, pues Enrique Meneses, es protagonista de la información y tiene el placer el gusto y el derecho a contarlo.

Y lo ha hecho este fin de semana en el ABC y ¡¡¡EN PRIMERA PERSONA!!!

Hay que haber pegado muchos tiros y tener los cojones bien negros en esto del Periodismo para llegar a este nivel.

‘En Sierra Maestra, reportero con los rebeldes’ es un relato a pulso y púa, con nervio, donde en cada frase o cada párrafo se presume toda una otra completa historia.

Me llama poderosamente la atención la dificultad que hace cincuenta años se tenía para transmitir y por todo ello, el oficio del periodista era a la par de contador de historias en palabras e imágenes y el de buscavidas que tenía que saber cómo enviar su material informativo allende belicosas fronteras a las aguas tranquilas y calmas de las redacciones en Londres, París, Madrid o Nueva York.

Ejemplos: "Estuve 4 meses en la Sierra, excepto por una salida de una semana para mandar mis fotos a Paris-Match. Las envié reveladas, envueltas en papel en tiras y cosidas entre dos enaguas almidonadas. Era la moda de las faldas en campana y Piedad Ferrer, una joven revolucionaria de 17 años, viajó a Miami desde donde remitió mi trabajo a París".


También recuerda el éxito de su exclusiva mundial del secuestro de Fangio (como Fernando Alonso, pero hace 50 años), y me resulta agradable cómo habla de personajes históricos como el Che con una cercanía que solo debe dar cuatro meses revolucionado en la sierra hace cincuenta años.

Si queréis saber más:
El blog de Enrique Meneses
El Flickr de Enrique Meneses
El cumpleaños de Enrique Meneses



Se ha escrito un crimen

Vía Twitter, Rosa Jiménez Cano pide ayuda desde su blog.

La hermana de una amiga suya, cuenta Rosa, ha aparecido muerta en Filipinas en extrañas circunstancias.

Rosa quiere que entre todos hagamos lo posible porque se investigue su muerte hasta el fondo, se encuentre a los culpables y se haga Justicia.

Merece la pena.
Yo tb. os lo agradezco

ACTUALIZACIÓN
He escrito en Soitu.es:
Para Elisa: las redes sociales sirven para pedir Justicia
Tenéis enlazado lo que se ha creado en Twiter, Meneame, la Blogosfera y Facebook.

Enredados. La Revista. Programa Piloto. ‘Tendencias 2009’

24 de diciembre de 2008


Enredados. La Revista, el programa hermano de Enredados. La Radio, se ha adelantado en su nacimiento y se estrena con este programa piloto que hemos querido titular ‘Tendencias 2009’.

Escucha Enredados. La Revista, ‘Tendencias 2009’



Juan Pablo Seijo Ha sido el encargado de pelearse con el Garage Band para que esta iniciativa salga del horno estas Navidades. También ha mezclado los diversos cortes y es el encargado de presentar los contenidos, darles paso y despedirlos.

Enredados. La Revista, comienza con el Informativo ‘Hablamos de Ti’ de los periodistas Verónica Carmona y Paco Torres, desde Granada. Ojo, que le ha tocado esta vez a La Practicopedia y a un par más.

Antonio Ortiz, administrador de Error500, nos habla sobre su ya mítica ‘La Semana en los Blogs’.

Alicia Baidal (alias @baimorali) a entrevistado a Juan Varela, quien ha acariciado su bola de cristal.

No se pierdan a Luis Carlos Díaz, desde Caracas: su ritmo su música y su sección ‘Con acento en América’, un gran eslabón de ese puente que construimos en Enredados con el otro lado del Charco.

El remate de este programa piloto es la entrevista de Juanjo Ibáñez a Enrique Meneses, son veinte minutos de radio en estado puro.

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La próxima cita de Enredados. La Revista, será a mediados de enero.

Nos ponemos a trabajar ya.

Admitimos y saludamos promos de podcasts y de blogs para incluir en Enredados. La Revista.

Nos gustaría que nos comentaseis qué os parece este nuevo podcast, nosotros ya nos estamos acuchillando solos, pero una ayudita siempre mola.

Y también queremos que nos digáis a qué tenemos que dedicar nuestro tiempo libre (gracias, Perales, por la frase) y a quién queréis que entrevistemos, qué temas tratemos etcétera.

Además, si queréis participar, os abrimos micro y sección para vuestra opinión.

A los mandos de la dirección y de la producción de Enredados, Jesús Javiér Pérez y Javier F. Barrera.

Nada de esto podría ser sin el concurso de Sebastián Forero.

Gracias a todos

Cuento de Navidad: El Gordo y la Rotativa

23 de diciembre de 2008



Mi reportaje lo titulé: "No hay mejor lotería que el trabajo hecho con alegría".

Y hoy he preguntado al jefe de Circulación del periódico y me dice que la edición especial de Ideal vespertina, con ocasión del Sorteo, nos ha hecho vender 30.000 ejemplares más.

Así que a la Rotativa le ha tocado el Gordo.

Periodismo a Sacco

21 de diciembre de 2008

Caras, caras, caras, necesito caras de la gente. Sus historias, sus caras…» repite una y otra vez el periodista Joe Sacco, que en vez de convertir sus vivencias en una novela o en un reportaje periodístico se ha decidido a escribir un cómic. Y a dibujarlo, claro.

Para conseguirlo aplica el viejo método del buen periodista y, quizá sin saberlo, sigue al pie de la letra –y también del dibujo–, la gran reflexión de Ryszard Kapuscinsky (el viejo periodista polaco considerado hoy en día el mejor corresponsal de la historia): «No entiendo ni a los enviados especiales y mucho menos a sus jefes. Llegan a la zona del conflicto, y cuando termina la guerra, se van… Justo cuando empiezan a pasar las cosas y empiezan a aparecer las verdaderas historias de la guerra».


Dicho y hecho. Joe Sacco se toma su tiempo y se va a las zonas en conflicto –Gaza primero (1991-92) y Gorazde después (1995-96)–. Tranquilamente, pese a la tensión de cada conflicto, se pasea, ve y mira, escucha y recoge, fotografía y dibuja… va creando la historia desde, precisamente, la historia de cada día, de cada lugar y de cada persona.

Apenas opina. Deja que las caras y las historias –en toda su crudeza– se conviertan en las protagonistas.

Lógicamente, el cómic-periodismo de Joe Sacco es todo lo políticamente incorrecto que se puede ser. ¿Por qué? Porque es independiente. No depende de ningún jefe. Y eso le permite escribir y dibujar lo que quiere, que es precisamente lo que ve que pasa.

Sacco es un halcón maltés –nació precisamente en esta isla del Mediterráneo–, aunque puede considerarse de educación estadounidense. No en vano se licenció en Periodismo en la Universidad de Oregón (en su obra Palestina presume de tener un profundo acento neoyorquino, lo que entre la soldadesca israelí le abre muchas puertas).

En Palestina refleja a través de su trazo vigoroso en blanco y negro –heredero según los críticos y mi experiencia del temible Robert Crumb– la infamia que el ejército israelí aplica sobre la población palestina.

Retrata con toda la crudeza las torturas –sí, sí, torturas– que les aplican. Y las historias de detenciones al anochecer. Las palizas y disparos.

De alguna manera, sirve para darte cuenta de que en Palestina todo el mundo tiene un familiar asesinado por los israelíes. Y que conste que el que esto suscribe no es precisamente pro-palestino, sino pro-paz para todos.

Y Gorazde. Te hiela. No sólo porque en los Balcanes invernales te mueres de frío. Hablo del alma, de la sangre, del corazón que se para ante la tristeza y olvido que una guerra injusta deparó a la población de esta localidad.

Joe Sacco ha ganado innumerables premios con sus dos historias. Premios de los buenos, de los que otorgan reconocimiento mundial.

Pero ha logrado algo quizá más importante: convertir el cómic en periodismo del bueno y orear las historias de unas poblaciones dolientes a las que la guerra les ha costado muy cara.

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Joe Sacco y Palestina en Guía del Cómic
Joe Sacco y Gorazde en El Archivo de Nessus
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PD. Publicado el 10 de mayo de 2002 en el diario Ideal de Granada

En la portada y en la home

18 de diciembre de 2008

Dixired: Periodismo y nuevos paradigmas
‘El Ojo de Dios’ como metáfora

16 de diciembre de 2008


El reto es apabullante.

Dixired se propone crear el grupo de comunicación en castellano más importante en internet. Vamos a ver de qué estamos hablando, qué están haciendo.
Porque es bueno para el Periodismo. Es ‘Dixired en diez datos’

Y luego vamos a destripar lo que ellos mismos están diciendo de sí mismos para ver si llegamos a alguna conclusión. Es ‘La búsqueda de un nuevo paradigma’.

Dixired en diez datos
Entre manos tienen ‘Proyecto I’. 1 diario generalista en internet. Nativo digital. Ex novo.
Han lanzado ya 2 productos –233grados.com y Practicopedia- y han ganado dos premios.
El diario generalista se sustenta en 3 vértices: profesionales, motores y usuarios.
Van a invertir 40 millones de euros.
Se han asegurado las 5 condiciones sine qua non para tener éxito: un sólido respaldo financiero y profesional y un proyecto original, funcional y solvente.
Van bien de tiempos. 233grados.com cumplió ayer 6 meses (Y ‘Proyecto I’ «está en la rampa de despegue»).
Mario Tascón ha informado que «pondremos 70 periodistas en la calle».
Dispone de un equipo directivo con 8 nombres propios: Los Kindelán, Luis Infante, José Manuel Rodrigo, Álex Sopeña, Ignacio Moreno, Mario Tascón, Vanessa Jiménez y Jorge Martín-Luengo (Seguro que se me olvida alguno :-)
La crisis puede hacer que en 2009 sea la única iniciativa periodística que salga al mercado.
Han publicado una Hoja de Ruta a partir de su original decálogo con 10 ‘mandamientos periodísticos’.

La búsqueda de un nuevo paradigma
Comencemos con un chascarrillo. Mario Tascón decía la semana pasada que estaban a punto de poder informar sobre el nombre final del actual ‘Proyecto I’. Arguye Mario el típico lío de dominios y demás. Me dicen también por otro lado que el deseado es lainformación.com

Pero sigamos ahora.
Tomemos ‘El Ojo de Dios’ como metáfora que debe concluir que este todavía nonato lainformación.com o comoquiera que finalmente se llame busca convertirse en un nuevo paradigma informativo.

Posibles pasos.

1.-Teocentrismo periodístico
El periodista es Dios. Es el Rey de la Creación informativa








2.-Renacimiento y Revolución
Todo al mismo tiempo y acelerado por la crisis
McLuhan 2.0: Understanding Media. The Extensions of Man



3.-Antropocentrismo periodístico
El hombre es el centro de la Creación informativa y el usuario es el nuevo Dios









Si se busca superar el modelo en ciernes y llegar a un nuevo paradigma se propone entonces ‘El Ojo de Dios’ como metáfora del nuevo estado perfecto del Periodismo.

El triángulo que propone Mario Tascón tiene en sus vértices a usuarios, profesionales y motores. Y en el centro está el medio de comunicación, el Periodismo.

El medio es ahora el centro de la Creación informativa, que se articula en el centro del triángulo constituido por profesionales, motores y usuarios.

Si me lo permiten, también será más diviertido, desordenado y caótico, saludable y placentero, ya que será un ménage á trois ;-)

A mí, me mola.


Esteban de las Heras
39 años de Periodismo en Ideal
"El que no tiene vocación periodística va de culo"

15 de diciembre de 2008


Esteban de las Heras se jubila mañana.

39 años en Ideal, 39 de informaciones y de opiniones.

Recuerdo cuando La Conferencia de Madrid nos curramos mano a mano un suplemento de ocho páginas. Era 1991.

Me invitó a comer a su casa y, tras el papeo, nos fuimos a su despacho, repleto de libros.

Descubrí que además de licenciado en Periodismo lo era también en Historia. Oséase, que sabía un güevo.

Me enseño sus últimas adquisiciones, entre ellas, un Atlas de la BBC del que destacó una serie de reportajes. Uno de ellos eran unas fotografías a doble página impresionantes sobre la fomación de un huracán en el cielo.

Y así se le ha pasado la vida en el periódico.

Se jubila dos años antes de los 65 y uno se pregunta ahora con quién va a hablar de historia y de todas esas cosas que nos siguen gustando a los periodistas de viejo: qué es noticia, cuál es el enfoque, mira qué bien escribe...

Y también piensa a dónde van a ir a parar esos 39 años de Periodismo y por qué nadie se va a aprovechar de ello.

Un placer, mi estimado subdirector :-)

Supervivencia del Periodismo
Mario Tascón y los medios locales


Mario Tascón se dejó influir por Woody Allen y su clásica obra Cómo acabar de una vez por todas con la cultura’.

Y entonces, para una conferencia en un sarao del IFRA, parió esta presentación, que como dice, sigue utilizando y va actualizando según pasa el tiempo; al igual que el tono de su intervención, según el sarao y la audiencia.


Tras verla, se preguntarán:
.-¿Hay vida más allá de la muerte del papel?
.-¿Qué futuro predice para los medios locales?
.-Lo mejor, preguntárselo al propio Mario Tascón:



Mario Tascón asegura:
.-«Se puede hacer muy buen Periodismo en papel»
.-«No hay que despistarse con las tecnologías cuando se quiere hacer papel porque el papel es para leer»
.-«Hay que hacer lo mejor posible el periódico de papel porque (en el ámbito local) sigue siendo el corazón».

Supervivencia del Periodismo
Dioni Nespral y la Prensa


Dioni Nespral ha escrito un buen post titulado:
‘El fin de los periódicos tradicionales: de 2012 a 2020’.

"¿Por qué 2012 a 2020?. Es sencillo, una simple cuestión matemática. Tomando 1996 como referencia de revolución, han pasado hasta hoy 12 años de auténtico cambio y también de cierto desgaste en ambos formatos (papel y digital). En el caso del papel, con poco margen de maniobra. Si entendemos que los cambios tecnológicos y sociales van a acortar los tiempos, creo que el tiempo se reducirá para el próximo hito. Y es posible que se reduzca a un 1/3 de aquellos 12 años. Por tanto, sumando 4 años, el punto de partida se dará desde el 2012 hasta (sumando los 8 restantes), hasta 2020....y me parece muy lejano. Todo será mucho más rápido".

Vamos, que nos da de tres a ocho años de vida.

La pregunta es: ¿Hay vida después de esta muerte?

Lo mejor, preguntárselo al propio Dioni.




Dioni Nespral propone un futuro inmediato con dos tipos de prensa:
1.-Gratuitos.
Informan de temas locales que interesan a la gente.
2.-Tradicionales
Cambian y son más caros, más especializados y más densos. Pero seguramente ya no son diarios. Los lectores los necesitan para profundizar y tener conocimiento.

La prensa muere mañana

14 de diciembre de 2008

"Nadie tiene muchas opciones de elegir su futuro cuando está entubado en la UVI".

Esta frase, esta imagen puede ayudarnos a comprender el peligro real en el que está la Prensa.



La prensa en la UVI. De Iñigo Sáenz de Ugarte. Vía Escolar
"Varias noticias en los últimos días para aumentar el pesimismo en el negocio de los medios de comunicación, en especial en el sector adepto a la idea 'el último que apague la luz'. El grupo Tribune, dueño de Chicago Tribune, Los Angeles Times y otros periódicos, estudia declararse en suspensión de pagos y ponerse en manos de los bancos. Puede ser un amago sólo para obligar a las entidades financieras a pasar por el aro de reestructurar una deuda a la que el grupo no puede hacer frente. Puede ser también el prólogo a la venta forzada por los bancos de algunas de las cabeceras del grupo con el único objetivo de obtener fondos con los que ir pagando la deuda. Malos augurios para el futuro de algunos periódicos que están entre los más antiguos y prestigiosos del país. La clase de cabeceras que nadie piensa que estén en peligro de desaparecer. Pero cuando tienes que pagar la asombrosa cantidad de 1.000 millones de dólares al año en intereses, cualquier cosa puede ocurrir".

Si alguien sige con dudas, puede leer a Pepe Cervera

Cómo acabar de una vez por todas con la Prensa
Le quitaremos el chocolate al loro
"Hay dos maneras de hacer más rentable un negocio: reducir los gastos, o aumentar las ventas. Consecuentemente, hay dos tipos de directivos empresariales: los que hacen crecer los ingresos ampliando mercados y clientela y los que sólo saben recortar los costes, por medio de ingeniosas medidas de reducción de gastos. Es triste, pero real, que la mayoría (inmensa mayoría) de los directivos formados en escuelas de negocios pertenecen a los recortadores de costes, y sólo unos pocos (no siempre con titulación) son verdaderos empresarios; gente que sin olvidarse de controlar los costes piensa más en crecer el negocio que en hacerlo barato. En la industria de los medios de comunicación, y por alguna razón ignota, los cortacostes parecen haberse arracimado. Algunos parecen dispuestos a resolver de una vez por todas los problemas del sector por el simple expediente de acabar con las empresas que lo componen. Porque hay propuestas de salvación de los medios de comunicación que sólo conseguirán acabar deuna vez por todas con el sector".

Y si os gustan las matemáticas y la psicohistoria de Asimov, recién salido del horno, Dioni Nespral fecha como quien dice mañana la muerte de los periódicos.

El fin de los periódicos tradicionales: de 2012 a 2020.

"
Por qué 2012 a 2020? Es sencillo, una simple cuestión matemática. Tomando 1996 como referencia de revolución, han pasado hasta hoy 12 años de auténtico cambio y también de cierto desgaste en ambos formatos (papel y digital). En el caso del papel, con poco margen de maniobra. Si entendemos que los cambios tecnológicos y sociales van a acortar los tiempos, creo que el tiempo se reducirá para el próximo hito. Y es posible que se reduzca a un 1/3 de aquellos 12 años. Por tanto, sumando 4 años, el punto de partida se dará desde el 2012 hasta (sumando los 8 restantes), hasta 2020....y me parece muy lejano. Todo será mucho más rápido".

Se puede recordar en este momento que ya se vaticinó la muerte de los periódicos en torno al año 2015 en el magnífico vídeo titulado EPIC.

O también se habló de 2043 vía Philip Meyer.

Al final, habrá que citar al dueño del New York Times, Arthur Sulzberger, cuando habló clarito en el Foro Económico de Davos: «La verdad es que no sé si el «Times» se seguirá imprimiendo dentro de cinco años. ¿Y sabes qué? Que tampoco me importa. Internet es un lugar maravilloso para estar, y ahí somos el líder».

PD. La foto es de el post ‘Y encima nos llaman informáticos’, de La Tejedora.


Vuelta a la esencia del Periodismo

Blogueé recientemente sobre el Periodismo sin apellidos, cuya tesis es que solo hay dos clases de Periodismo, el bueno y el malo.

Juan Luis Sánchez, en el Ucam Media Lab, recupera el argumento y habla de la vuelta a la esencia del Periodismo en su intervención titulada ¿Qué es ser periodista?

Juanlu se pregunta:

1. Si las empresas / administraciones pueden comunicarse directamente con el público… Si el público puede elegir sus fuentes, compararlas y criticarlas generando su propio contenido… ¿Qué papel nos queda? ¿Qué es ser periodista en la sociedad en red?

2. Si, gracias a los que desarrollan la tecnología, la reducción de la brecha digital ayuda a que las comunidades informativamente marginadas puedan generar y distribuir su propio contenido de forma directa y sencilla… ¿Qué papel nos queda? ¿Qué es ser periodista en una aldea hiperconectada?

3. Pero una capa más abajo de la cebolla: realmente, ¿qué es ser periodista? ¿lo teníamos claro antes de que nos sorprendiera la revolución digital? ¿Qué pensábamos el día que le dijimos a nuestra madre ‘mamá, quiero ser periodista’? ¿Qué es ser periodista en el mundo de la banalización del contenido, la inmediatez y el consumismo?

Y se responde:

Lógicamente, no tengo grandes respuestas para esas preguntas; solo la sensación de que hay que volver a la esencia.

Al final, cualquier reflexión de este estilo está contenida en el Libro de los Maestros Jedi. Por ejemplo Ryszard Kapuscinsky:

Kapuscinski mencionó tres principios inquebrantables para ejercer la profesión:
.-Conciencia de la labor social que cumple la información;
.-Respeto hacia el otro.
.-Formación:"Vivimos en un mundo tan complicado y tan difícil de comprender que el siglo XXI exige de nosotros mucho trabajo. No podemos quedarnos con lo que aprendemos al principio de nuestra profesión, sino que se requiere un trabajo constante".





PD. A ver si va a ser que la crisis comenzó por nostros mismos, los periodistas, cuando empezamos a dejar de hacer lo que realmente tenemos que hacer.

FlashInfo. Un ‘teaser’ con los mejores contenidos del periódico de mañana


Estamos preparando un micro formato en vídeo para colgar a media tarde en la Home de Ideal.es.

Sería un canutazo a cámara en el que un periodista de la Multimedia de IDEAL resume los mejores contenidos de la edición de mañana.

Se pretende conseguir dos efectos.

Por un lado, ‘alegrar’ la Home de Ideal.es con un vídeo (el formato que el público quizá mejor digiere on line) de factura propia. Al estar colgado a diario sobre la misma hora se trata de generar fidelidad.

Al mismo tiempo, es un ‘teaser’, es decir una promoción como la de las películas que, sin llegar a ser un ‘trailer’, informan descriptivamente sobre lo que anunciamos; en este caso, el periódico de mañana.

Hay una idea más que encierra esta iniciativa.

Y esta está dirigida a los periodistas.

Estamos tratando de buscar con este microformato que cualquiera que ‘se atreva’ pueda hacerlo. Y hacerlo solo, sin el concurso de un cámara de TeleIdeal o de un editori de Ideal.es.

Vamos a crear un miniset donde estará la cámara sobre su trípode y con sus focos. El plano está ya establecido por el jefe Técnico de TeleIdeal, hay un mando a distancia para grabar y luego desde la cámara con un cable de red se vuelva alordenador, se sube al gestor Multimedia y se publica vía Method en Ideal.es

Es decir, que en este caso se trata de que el microformato sirva para que cualquier periodista pueda hacer solito este pequeño avance informativo audiovisual para Ideal.es

En conclusión, seguimos constituidos como Laboratorio Permanente de Periodismo, tenemos un nuevo microformato, es para periodistas y sobre contenidos periodísticos y creemos que lo puede hacer cualquiera y lo puede hacer de forma autónoma.

Ya me decís.

De momento, independientemente de mi mardita herida en la mejilla, esto es lo que hay.





Jesús Gordillo
, ha aprovechado el tema y ha escrito en Periodismo 2015:
Informa más o calla hoy dándole la espalda a las oportunidades que genera la Red


Blogs y Periodismo de calidad en Vocento

12 de diciembre de 2008


Blogs y Periodismo es un matrimonio divertido, fiel, adictivo, sudoroso y hasta muy sexual.

Me van a permitir que les recomiende cinco blogs cinco que hacen compañeros míos en Vocento.

Sé que hay muchos blogs y que están muy bien escritos y crean comunidad.
Pero he querido fijarme en estos cinco ejemplos en los que, más allá de las secciones fijas tipo gastronomía, cine, deporte, política o costumbrismo local de la ciudad de referencia, hay savia nueva que destila toneladas de talento, la mejor arma junto a la organización, el trabajo duro y la vocación de servicio público para salir de la crisis en la que parece ser que estamos inmersos en esta cosa del periodismo.

Espero que os gusten.

Bárbara Yuste y Javier Duro escriben Elpuntoes en la web de ABC. Madrid.
Vale, tecnología, 2.0 y nuestras cosas pero con un tono diferente que indica que el veterano periódico del que nace su web tiene ganas, muchas ganas de ‘ciberespéis’.
Además, es uno de los 40 blogs a seguir en 2009, según publican en sus blogs guruses como el profesor J. L. Orihuela o Manuel Almeida.

Ricardo Fernández escribe BlackBlog en la web de La Verdad. Murcia.
Ricardo es un periodista de los de siempre con la cabeza abierta como los de siempre y el gatillo fácil para soltarle a la cara a uno que yo me sé: «Vale, pero yo me voy de cañas y tú te quedas aquí, en el talego». Su blog está teniendo mucho tirón y lo dedica preferentemente a esos terribles sucesos que acechan por esa zona de España y que nos congela cada vez que nos enteramos. Es un imprescindible por clásico de siempre, que no está nada mal.

Luis Alfonso Gámez escribe Magonia en la web de El Correo. Bilbao.
Por méritos propios se ha convertido en látigo de caraduras que de la ciencia hacen negocio. Desde el Periodismo de siempre con el acento sardónico de la lógica se ha convertido en un referente en castellano. Te ríes y aprendes. Y, además, Luis Alfonso es un Enredado :-)

Ignacio Lillo escribe Paraíso en mi piso en la web de Sur. Málaga.
Ignacio, desde que yo recuerde, siempre quiso ser periodista. Y lo ha conseguido. Recorre a diario Málaga y lo cuenta tanto desde las páginas del periódico como desde la web. Y tiene un blog que dedica al medio ambiente, a la ecología, aunque todos sabemos que está realmente dedicado a la inteligencia, a la buena vida. Por ello, alguien avispado le ha calado, y nos lo han premiado.

Carlos Morán y Emilio Calatayud. En Ideal.es. Granada
Van a comenzar a escribir su blog antes de que acabe el año.

De momento es una primicia. No se lo vayan a comentar a nadie. Ya les cuento mañana.

Sevilla y la Amá

¡¡¡Va por ti, Chus!!!
Premios de Periodismo de la Junta de Andalucía

11 de diciembre de 2008


Con admiración y con respeto, quiero dedicar este premio a Chus, madre de periodistas y esposa de periodista, que nos dio una entera lección de cariño y coraje a lo largo de su vida.

Chaves entrega a Ideal.es el Premio de Periodismo

«Ideal.es hace Periodismo de futuro»


El reportaje multimedia premiado: ‘Lorca según Li’





El acta y el certificado del XXIII Premio de Periodismo de la Junta de Andalucía dice: "Ideal.es por el trabajo ‘Lorca según Li’, por el carácter multimedia de este reportaje que combina texto escrito, vídeo, fotografía y blog elaborado por un equipo de periodistas encabezado por el editor Javier F. Barrera».

PD. Además de los compays que aparecen en la foto, quiero agradecer especialmente a Verónica Carmona su disposición, su mala leche, su nervio, su talento, su rebeldía y sus ganas.


El Cementerio de los Periódicos

6 de diciembre de 2008

Esto que en adelante les contaré solo se entiende desde el humor.

Nadie más que a mí, quizá, le gusten tanto los periódicos, sobre todo los bien hechos y mejor escritos. Esos que tienen futuro.

Y seguramente a nadie más que a mí los periódicos me han dado tanto: desde un lugar en el mundo para vivir a un tiempo de vida para ocupar y disfrutar.

Sin embargo, no me resisto a publicar la anécdota y, sobre todo, la imagen que encierra.

El protagonista es todo un Maestro Jedi del Periodismo, Mario Tascón, que tiene ya en construcción su próxima nave estelar.

Tras una estupenda cena en Málaga, el pasado domingo por la noche, emprendemos paseo en busca de un bar para tomar una buena copa entre amigos.

Remontamos calle Larios (en Málaga se quita el artículo a las calles cuando se habla) y al llegar a Plaza de la Constitución (gracias, Paco **ver comentario1**) Mario Tascón frena en seco, desenfunda la cámara y comienza a disparar. Acaba de descubrir lo que denomina el primer Cementerio de Periódicos del mundo, "porque está lleno de lápidas".

Pregunto: ¿Supera la realidad la ficción?


Periodismo sin apellidos

3 de diciembre de 2008

Ha sido un comienzo de semana intenso.

He participado en un curso de Vocento dirigido a periodistas de los medios impresos para mostrarles nuevos retos, nuevos caminos y nuevas técnicas para contar historias.

Hemos estado Mario Tascón, Jean François Fogel, Ícaro Morano, Fernando Belzunce, Lino Uruñuela y tres responsables de Marketing de Vocento (Carmen Manrique, María Lizarraga y Joaquín Cestino), todos nosotros dirigidos por el periodista Benjamín Lana, a quien desde estas líneas agradezco personalmente su confianza ciega en mi persona.

Mario Tascón, ahora en Dixired, con el blog periodístico 233grados.com y la Practicopedia ya lanzados y su diario digital generalista Proyecto I a punto de nacer ha aportado toda su experiencia periodística y nos ha provocado en las jornadas de Bilbao y Málaga con su actualizada presentación ‘Cómo acabar con los periódicos de una vez por todas’.


Jean François Fogel, que participó solo en Madrid, nos ofreción una lección magistral sobre los cambios que afectan a la profesión periodística con la consolidación de la Web 2.0.

Ícaro Moyano, director de Comunicación de Tuenti, nos abrió el camino de las redes sociales, de su modelo de comunicación y de negocio.

Fernando Belzunce, director de contenidos digitales de la Redacción Central de Vocento, mantuvo los tres días una intervención de manual sobre las características de los periodistas y de los productos periodísticos digitales.

Lino Uruñuela, uno de los responsables de SEO en Vocento, resumió en media hora la necesidad que tenemos los periodistas de conocer la importancia que tiene Google para que nuestro trabajo y nuestro medio digital sea visible al grito de "Moderar vuestro ingenio".

La última de las sesiones estaba destinada a conocer a nuestra audiencia en los distintos medios de Vocento. Y ahí han entrado cada uno en su ciudad los responsables de marketing antes mencionados.

Por mi parte, me he centrado en lo que veréis a continuación: ‘Periodismo sin apellidos’, una colección de los mejores ejemplos de trabajos periodísticos encontrados en Internet.

Y, para tratar de demostrar a mis compañeros de que este camino lo podemos recorrer juntos, me curré con J. J. Pérez un vídeo para poder decir que «Si yo (y J. J. Pérez) puedo hacerlo todos vosotros también podéis».

Espero que os guste, también espero vuestros comentarios y prometo que de esta experiencia, las charlas, el debate y el networking generado postearé irremediablemente.




Periodismo Sin Apellidos Ok
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Jean François Fogel: Maestro Jedi del Periodismo

2 de diciembre de 2008


Tengo el privilegio de coincidir por segunda vez con Jean François Fogel este año.


Fíjense su reflexión sobre el momento actual del Periodismo:

"Los experimentos son posibles. Lo seguro es la revolución".

ABC

1 de diciembre de 2008

Bilbao6: Industria y Conocimiento

30 de noviembre de 2008

Bilbao5: El Rey de Copas

Bilbao4: Gaztaia eta intxaurrak

Bilbao3: Bonito del Norte

Bilbao2: Mitos y Leyendas

Bilbao1: 20 años ha. Sigue siendo una ciudad complicada

233grados.com: Cuando el premio eres tú

29 de noviembre de 2008


No es un blog.

Es un peazo de blog.

El que escribe, que tiene ya 43 años y lleva veinte en el tajo del Periodismo más otros cinco de Universidad para aquello de la licenciatura, le cuesta sorprenderse ya por prácticamente nada.

Gracias a Dios, es capaz de seguir sonriendo, compartiendo y alegrándose por los demás.

Me explico.

No me ha extrañado absolutamente nada y tampoco me ha sorprendido que 233grados.com sea en este final de 2008 galardonado con todo tipo de laureles.

Lo hacen de madre y se lo merecen.

He trabajado como parte contratante de la segunda parte contratante de la primera parte contratante dos posts con Laura Pintos y les aseguro que me dejó exhausto, pero contento.

Confirma, pregunta, repregunta duda y trabaja cada post.

Coño! Y luego te dan un premio. Así cualquiera.... trabajando.... creando contenidos..... Trasladando empatía a las redes sociales.... Citando y enlazando.... Diseñando algo simple pero con fuerza.... molestando (xiricando, dicen en mi SS) desde los principios marcados desde el primer día.... joder, siendo periodistas....

Y también les tengo cariño.

Me invitaron a su Redacción en la madrileña avenida de Burgos un viernes por la tarde y me lo enseñaron todo, siempre y cuando me quedara calladito ;-)


Pero ya no quiero estar callado.

Porque los premios a 233grados.com son los premios que nos salvan a los periodistas que creemos en lo que hacemos, desde la humildad (pocas veces) pero defendiendo (toma gerundio) la vocación de servicio público.

Con sacrificio, molienda y talento.


Se lo digo yo, que el mejor premio es cuando veo a mi vecino sacándose el euro con diez y comprando el periódico en el que trabajo. Y su premio es que todas las mañanas muchos abrimos el Twitter y clikamos los enlaces a dos treintaytres grados punto com, como lo pronuncia Laura, que con Vanesa Jiménez a la cabeza han creado un producto dinámico y de calidad que muchos saludamos como nuestro.

Exactamente igual que el premio.

Norabuenas

PD. ¡Mañana ceno con Mario Tascón en Bilbao y pienso felicitarlo!

GuadalAudio, la Radio de Guadalinfo

25 de noviembre de 2008



Networking en Evento Blog.

Me reúno con mis colisteras de la APDA el viernes.

Les comento que presentamos el programa hermano de Enredados. La Radio de la Blogosfera, y que se va a llamar Enredados. La Revista de la Blogosfera.


Comentamos que, sin demasiado problema, podemos aprovechar los centros Guadalinfo para crear un tercer programa bajo la marca de Enredados.

Se llamaría GuadalAudio, y sería un podcast en el que los usuarios de los centros Guadalinfo se pudieran poner en contacto entre ellos.

Cuando decimos aprovechar, nos referimos a aprovechar una red social formada por 400.000 usuarios que esta desconectada y que portanto no es una red social, pero que puede serlo.

Y, para ello, nada mejor que la radio para ponerla en contacto y que sea el barniz de tan buena madera.


Además, la radio no cohibe a los usuarios de Guadalinfo, generalmente mayores. Les ha acompañado toda su vida.

Lo mejor de todo es que no es radio, parece radio pero es Internet.

Bueno, ahí tienen en la Consejería de Innovación la propuesta de Enredados.

Si la quieren, ya que la hemos inventado nosotros, les enseñaremos también a compartirla.

Una última idea: ¿La Wikanda sonora?

PD. Gracias a Alain por su conversación, ideas y consejos.



FARC y Luis Eladio Pérez Bonilla: "Mi muerte era el descanso de mi familia"

24 de noviembre de 2008


Estoy en estos momentos en una conferencia de Luis Eladio Pérez Bonilla, ex senador colombiano que estuvo hasta el mes de febrero de este 2008 siete años secuestrado en la selva por las FARC.

En una palabra, es un pacifista.

Y quiere que la sociedad colombiana se libre del veneno para que sea capaz de alcanazar la paz.

Es decir, siete años de calvario después, perdona y lucha por la paz y la libertad.

Mi crónica de urgencia para Ideal.es:
"También sufrimos el secuestro del olvido de la sociedad colombiana".

Virales: Nokia N96. Mag-ní-fi-co

EBE08: Conclusiones: La Metamorfosis (De blogs y Blogosferas)

22 de noviembre de 2008

Quería escribir mis conclusiones de EBE08, hasta que tras volver de Sevilla y montar un Enredados al respecto, me di cuenta que, con un toque de locura y cambiando tan solo media docena de palabras, alguien ya habá predicho la metamorfosis (que no la defunción) del bloguerío y olé.

Ya me decís si se me ha ido del tó

Cuando Enrique Dans se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el laptop, a punto ya de resbalar al suelo.

Sus muchos cables, ridículamente pequeños en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparados ante los ojos. «¿Qué me ha ocurrido?», pensó. No era un sueño. No estaba en la T-4. Su habitación, una auténtica habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas.

Por encima de la mesa, sobre la que se encontraba extendido un muestrario de artículos periodísticos en preparación – Dans era profesor y bloguero –, estaba colgado aquel cuadro, que hacía poco había recortado de una revista y había colocado en un bonito marco dorado. Representaba a una dama ataviada con un sombrero y una boa de piel, que estaba allí, sentada muy erguida y levantaba hacia el observador un pesado manguito de piel, en el cual había desaparecido su antebrazo.

La mirada de Enrique se dirigió después hacia la ventana, y el tiempo lluvioso se oían caer gotas de lluvia sobre la chapa del alfeizar de la ventana – le ponía muy melancólico. «¿Qué pasaría –pensó– si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?» Pero esto era algo absolutamente imposible, porque estaba acostumbrado a dormir del lado derecho, pero en su estado actual no podía ponerse de ese lado. Aunque se lanzase con mucha fuerza hacia el lado derecho, una y otra vez se volvía a balancear sobre la espalda.

Lo intentó cien veces, cerraba los ojos para no tener que ver las patas que pataleaban, y sólo cejaba en su empeño cuando comenzaba a notar en el costado un dolor leve y sordo que antes nunca había sentido. «Dios mío!», pensó.

«iQué profesión tan dura he elegido! Un día sí y otro también de viaje. Los esfuerzos profesionales son mucho mayores que en el mismo Instituto de la ciudad, y además se me ha endosado este ajetreo de viajar, el estar al tanto de los empalmes de avión y de tren, la comida mala y a deshora, una relación humana constantemente cambiante, nunca duradera, que jamás llega a ser cordial. ¡Que se vaya todo al diablo!» Sintió sobre el vientre un leve picor, con la espalda se deslizó lentamente más cerca de la cabecera de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se encontró con que la parte que le picaba estaba totalmente cubierta por unos pequeños puntos blancos, que no sabía a qué se debían, y quiso palpar esa parte con una pata, pero inmediatamente la retiró, porque el roce le producía escalofríos. Se deslizó de nuevo a su posición inicial.

«Esto de levantarse pronto», pensó, «le hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir. Otros blogueros viven como pachás”. Si yo, por ejemplo, a lo largo de la mañana vuelvo a la pensión para pasar a limpio en el blog los apuntes que he tomado, estos señores todavía están sentados tomando el desayuno.

Eso podría intentar yo con mi jefe, en ese momento iría a parar a la calle. Quién sabe, por lo demás, si no sería lo mejor para mí. Si no tuviera que dominarme por mis padres, ya me habría despedido hace tiempo, me habría presentado ante el jefe y le habría dicho mi opinión con toda mi alma. Y lo hubiera publicado en mi blog. ¡Se habría caído de la mesa! Sí que es una extraña costumbre la de sentarse sobre la mesa y, desde esa altura, hablar hacia abajo con el empleado que, además, por culpa de la sordera del jefe, tiene que acercarse mucho.

Bueno, la esperanza todavía no está perdida del todo; si alguna vez tengo el dinero suficiente para pagar las deudas que mis padres tienen con él – puedo tardar todavía entre cinco y seis años – lo hago con toda seguridad. Entonces habrá llegado el gran momento, ahora, por lo pronto, tengo que levantarme porque el avión sale a las cinco», y miró hacia el ordenador que hacía twit mientras los 140 caracteres aparecían. «¡Dios del cielo!», pensó.

Eran las seis y media y las manecillas seguían tranquilamente hacia delante, ya había pasado incluso la media, eran ya casi las menos cuarto. ¿Es que no habría sonado el despertador?» Desde la cama se veía que estaba correctamente puesto a las cuatro, seguro que también había sonado. Sí, pero... ¿Era posible seguir durmiendo tan tranquilo con ese ruido que hacía temblar los muebles? Bueno, tampoco había dormido tranquilo, pero quizá tanto más profundamente. ¿Qué iba a hacer ahora? El siguiente avión salía a las siete, para cogerlo tendría que haberse dado una prisa loca, el guión de la conferencia todavía no estaba terminado, y él mismo no se encontraba especialmente espabilado y ágil; e incluso si consiguiese coger el avión, no se podía evitar una reprimenda del jefe, porque el mozo de los recados habría esperado en el avión de las cinco y ya hacía tiempo que habría dado parte de su descuido.

Era un esclavo del jefe, sin agallas ni juicio. ¿Qué pasaría si dijese que estaba enfermo? Pero esto sería sumamente desagradable y sospechoso, porque Enrique no había estado enfermo ni una sola vez durante los cinco años de servicio. Seguramente aparecería el jefe con el médico del seguro, haría reproches a sus padres por tener un hijo tan vago y se salvaría de todas las objeciones remitiéndose al médico del seguro, para el que sólo existen hombres totalmente sanos, pero con aversión al trabajo. ¿Y es que en este caso no tendría un poco de razón?

Enrique, a excepción de una modorra realmente superflua después del largo sueño, se encontraba bastante bien e incluso tenía mucha hambre. ¡Mientras reflexionaba sobre todo esto con gran rapidez, sin poderse decidir a abandonar la cama – en este mismo instante el despertador daba las siete menos cuarto –, llamaron cautelosamente a la puerta que estaba a la cabecera de su cama.

Enrique – dijeron (era la madre) –, son las siete menos cuarto. ¿No ibas a salir de viaje? ¡Qué dulce voz! Enrique se asustó, al contestar, escuchó una voz que, evidentemente, era la suya, pero en la cual, como desde lo profundo, se mezclaba un doloroso e incontenible piar, que en el primer momento dejaba salir las palabras con claridad para, al prolongarse el sonido, destrozarlas de tal forma que no se sabía si se había oído bien.

Enrique querría haber contestado detalladamente y explicarlo todo, pero en estas circunstancias se limitó a decir: – Sí, sí, gracias madre, ya me levanto. Probablemente a causa de la puerta de madera no se notaba desde fuera el cambio en la voz de Enrique, porque la madre se tranquilizó con esta respuesta y se marchó de allí. Pero merced a la breve conversación, los otros miembros de la familia se habían dado cuenta de que Enrique, en contra de todo lo esperado, estaba todavía en casa, y ya el padre llamaba suavemente, pero con el puño, a una de las puertas laterales.

– iEnrique Enrique! – gritó –. ¿Qué ocurre? – tras unos instantes insistió de nuevo con voz más grave –.¡Enrique, Enrique!

Desde la otra puerta lateral se lamentaba en voz baja la hermana.

– Enrique, ¿no te encuentras bien?, ¿necesitas algo? Enrique contestó hacia ambos lados:

– Ya estoy preparado – y, con una pronunciación lo más cuidadosa posible, y haciendo largas pausas entre las palabras, se esforzó por despojar a su voz de todo lo que pudiese llamar la atención. El padre volvió a su desayuno, pero la hermana susurró: Enrique, abre, te lo suplico – pero Enrique no tenía ni la menor intención de abrir, más bien elogió la precaución de cerrar las puertas que había adquirido durante sus viajes, y esto incluso en casa.

Al principio tenía la intención de levantarse tranquilamente y, sin ser molestado, vestirse y, sobre todo, desayunar, y después pensar en todo lo demás, porque en la cama, eso ya lo veía, no llegaría con sus cavilaciones a una conclusión sensata. Recordó que ya en varias ocasiones había sentido en la cama algún leve dolor, quizá producido por estar mal tumbado, dolor que al levantarse había resultado ser sólo fruto de su imaginación, y tenía curiosidad por ver cómo se iban desvaneciendo paulatinamente sus fantasías de hoy.

No dudaba en absoluto de que el cambio de voz no era otra cosa que el síntoma de un buen resfriado, la enfermedad profesional de los viajantes. Tirar el ordenador era muy sencillo, sólo necesitaba empujar un poco y caería por sí solo, pero el resto sería difícil, especialmente porque él era muy ancho. Hubiera necesitado brazos y manos para incorporarse, pero en su lugar tenía muchas patitas que, sin interrupción, se hallaban en el más dispar de los movimientos y que, además, no podía dominar. Si quería doblar alguna de ellas, entonces era la primera la que se estiraba, y si por fin lograba realizar con esta pata lo que quería, entonces todas las demás se movían, como liberadas, con una agitación grande y dolorosa.

«No hay que permanecer en la cama inútilmente», se decía Enrique. Quería salir de la cama en primer lugar con la parte inferior de su cuerpo, pero esta parte inferior que, por cierto, no había visto todavía y que no podía imaginar exactamente, demostró ser difícil de mover; el movimiento se producía muy despacio, y cuando, finalmente, casi furioso, se lanzó hacia adelante con toda su fuerza sin pensar en las consecuencias, había calculado mal la dirección, se golpeó fuertemente con la pata trasera de la cama y el dolor punzante que sintió le enseñó que precisamente la parte inferior de su cuerpo era quizá en estos momentos la más sensible.

Así pues, intentó en primer lugar sacar de la cama la parte superior del cuerpo y volvió la cabeza con cuidado hacia el borde de la cama.

Lo logró con facilidad y, a pesar de su anchura y su peso, el cuerpo siguió finalmente con lentitud el giro de la cabeza.

Pero cuando, por fin, tenía la cabeza colgando en el aire fuera de la cama, le entró miedo de continuar avanzando de este modo porque, si se dejaba caer en esta posición, tenía que ocurrir realmente un milagro para que la cabeza no resultase herida, y precisamente ahora no podía de ningún modo perder la cabeza, prefería quedarse en la cama.

Pero como, jadeando después de semejante esfuerzo, seguía allí tumbado igual que antes, y veía sus patitas de nuevo luchando entre sí, quizá con más fuerza aún, y no encontraba posibilidad de poner sosiego y orden a este atropello, se decía otra vez que de ningún modo podía permanecer en la cama y que lo más sensato era sacrificarlo todo, si es que con ello existía la más mínima esperanza de liberarse de ella.

Pero al mismo tiempo no olvidaba recordar de vez en cuando que reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas.

En tales momentos dirigía sus ojos lo más agudamente posible hacia la ventana, pero, por desgracia, poco optimismo y ánimo se podían sacar del espectáculo de la niebla matinal, que ocultaba incluso el otro lado de la estrecha calle.

«Las siete ya», se dijo cuando sonó de nuevo el despertador, «las siete ya y todavía semejante niebla», y durante un instante permaneció tumbado, tranquilo, respirando débilmente, como si esperase del absoluto silencio el regreso del estado real y cotidiano. Pero después se dijo: «Antes de que den las siete y cuarto tengo que haber salido de la cama del todo, como sea. Por lo demás, para entonces habrá venido alguien del Instituto a preguntar por mí, porque el Instituto se abre antes de las siete.» Y entonces, de forma totalmente regular, comenzó a balancear su cuerpo, cuan largo era, hacia fuera de la cama.

Si se dejaba caer de ella de esta forma, la cabeza, que pretendía levantar con fuerza en la caída, permanecería probablemente ilesa. La espalda parecía ser fuerte, seguramente no le pasaría nada al caer sobre la alfombra.

Lo más difícil, a su modo de ver, era tener cuidado con el ruido que se produciría, y que posiblemente provocaría al otro lado de todas las puertas, si no temor, al menos preocupación.

Pero había que intentarlo. Cuando Enrique ya sobresalía a medias de la cama – el nuevo método era más un juego que un esfuerzo, sólo tenía que balancearse a empujones – se le ocurrió lo fácil que sería si alguien viniese en su ayuda. Dos personas fuertes – pensaba en su padre y en la criada – hubiesen sido más que suficientes; sólo tendrían que introducir sus brazos por debajo de su abombada espalda, descascararle así de la cama, agacharse con el peso, y después solamente tendrían que haber soportado que diese con cuidado una vuelta impetuosa en el suelo, sobre el cual, seguramente, las patitas adquirirían su razón de ser.

Bueno, aparte de que las puertas estaban cerradas, ¿debía de ver dad pedir ayuda? A pesar de la necesidad, no pudo reprimir una sonrisa al concebir tales pensamientos.

Ya había llegado el punto en el que, al balancearse con más fuerza, apenas podía guardar el equilibrio y pronto tendría que decidirse definitivamente, porque dentro de cinco minutos se rían las siete y cuarto, en ese momento sonó el timbre de la puerta de la calle. «Seguro que es alguien del Instituto», se dijo, y casi se quedó petrificado mientras sus patitas bailaban aún más deprisa.

Durante un momento todo permaneció en silencio. «No abren», se dijo Gregor, confundido por alguna absurda esperanza. Pero entonces, como siempre, la criada se dirigió, con naturalidad y con paso firme, hacia la puerta y abrió.

Enrique sólo necesitó escuchar el primer saludo del visitante y ya sabía quién era, el otro conferenciante en persona.

¿Por qué había sido condenado Enrique a prestar sus servicios en un Evento en la que al más mínimo descuido se concebía inmediatamente la mayor sospecha? ¿Es que todos los asistentes, sin excepción, eran unos bribones? ¿Es que no había entre ellos un hombre leal y adicto a quien, simplemente porque no hubiese aprovechado para el blog un par de horas de la mañana, se lo comiesen los remordimientos y francamente no estuviese en condiciones de abandonar la cama? ¿Es que no era de verdad suficiente mandar a preguntar a un periodista – si es que este «pregunteo» era necesario? ¿Tenía que venir el conferenciante en persona y había con ello que mostrar a toda una familia inocente que la investigación de este sospechoso asunto solamente podía ser confiada al juicio de Casciari? Y, más como consecuencia de la irritación a la que le condujeron estos pensamientos que como consecuencia de una auténtica decisión, se lanzó de la cama con toda su fuerza.

Se produjo un golpe fuerte, pero no fue un auténtico ruido. La caída fue amortigua da un poco por la alfombra y además la espalda era más elástica de lo que Enrique había pensado; a ello se debió el sonido sordo y poco aparatoso.

Solamente no había mantenido la cabeza con el cuidado necesario y se la había golpeado, la giró y la restregó contra la alfombra de rabia y dolor. – Ahí dentro se ha caído algo – dijo el otro conferenciante en la habitación contigua de la izquierda.

Enrique intentó imaginarse si quizá alguna vez no podría ocurrirle al otro conferenciante algo parecido a lo que le ocurría hoy a él; había al menos que admitir la posibilidad. Pero, como cruda respuesta a esta pregunta, el otro conferenciante dio ahora un par de pasos firmes en la habitación contigua e hizo crujir sus botas de charol.

Desde la habitación de la derecha, la hermana, para advertir a Enrique, susurró: Enrique, Casciari está aquí. « Ya lo sé», se dijo Enrique para sus adentras, pero no se atrevió a alzar la voz tan alto que la hermana pudiera haberlo oído.

– Enrique Dijo entonces el padre desde la habitación de la derecha –, Hernán ha venido y desea saber por qué no has salido de viaje en el primer avión a Sevilla.

No sabemos qué debemos decirle, además desea también hablar personalmente contigo, así es que, por favor, abre la puerta.

El señor ya tendrá la bondad de perdonar el desorden en la habitación.

– Buenos días, señor Dans – interrumpió el apoderado amablemente.

– No se encuentra bien – dijo la madre al apoderado mientras el padre hablaba ante la puerta

–No se encuentra bien, créame usted, señor confreneciante.

¡Cómo si no iba Enrique a perder un tren! No tiene en la cabeza nada más que el negocio.
A mí casi me disgusta que nunca salga por la tarde; ahora ha estado ocho días en la ciudad, pero pasó todas las tardes en casa. Allí está, sentado con nosotros ante el ordenador o lee tranquilamente el periódico o estudia horarios de aviones.

Para él es ya una distracción hacer trabajos de marquetería. Por ejemplo, en dos o tres tardes ha tallado un pequeño marco, se asombrará usted de lo bonito que es, está colgado ahí dentro, en la habitación; en cuanto abra Enrique lo verá usted enseguida. Por cierto, que me alegro de que esté usted aquí, señor conferenciante, nosotros solos no habríamos conseguido que Enrique abriese la puerta; es muy testarudo y seguro que no se encuentra bien a pesar de que lo ha negado esta mañana.

– Voy enseguida – dijo Enrique, lentamente y con precaución, y no se movió para no perderse una palabra de la conversación.

– De otro modo, señora, tampoco puedo explicármelo yo dijo el conferenciante –, espero que no se trate de nada serio, si bien tengo que decir, por otra parte, que nosotros, los conferenciantes, por suerte o por desgracia, según se mire, tenemos sencillamente que sobreponernos a una ligera indisposición por consideración a los negocios. – Vamos, ¿puede pasar el conferenciante a tu habitación? – preguntó impaciente el padre. – No – dijo Enrique. En la habitación de la izquierda se hizo un penoso silencio, en la habitación de la derecha comenzó a sollozar la hermana.

¿Por qué no se iba la hermana con los otros? Seguramente acababa de levantarse de la cama y todavía no había empezado a vestirse; y ¿por qué lloraba? ¿Porque él no se levantaba y dejaba entrar al conferenciante?, ¿porque estaba en peligro de perder el trabajo y porque entonces el jefe perseguiría otra vez a sus padres con las viejas deudas? Estas eran, de momento, preocupaciones innecesarias.

Enrique todavía estaba aquí y no pensaba de ningún modo abandonar a su familia.
De momento yacía en la alfombra y nadie que hubiese tenido conocimiento de su estado hubiese exigido seriamente de él que dejase entrar al conferenciante.

Pero por esta pequeña descortesía, para la que más tarde se encontraría con facilidad una disculpa apropiada, no podía Enrique ser despedido inmediatamente. Y a Enrique le parecía que sería mucho más sensato dejarle tranquilo en lugar de molestarle con lloros e intentos de persuasión.

Pero la verdad es que era la incertidumbre la que apuraba a los otros y hacía perdonar su comportamiento. – Señor Dans – exclamó entonces Casciari levantando la voz –.¿Qué ocurre? Se atrinchera usted en su blog, contesta solamente con sí o no, preocupa usted grave e inútilmente a sus padres y, dicho sea de paso, falta usted a sus deberes de una forma verdaderamente inaudita.

Hablo aquí en nombre de sus padres y de su jefe, y le exijo seriamente una explicación clara e inmediata. Estoy asombrado, estoy asombrado. Yo le tenía a usted por un hombre formal y sensato y ahora de repente parece que quiere usted empezar a hacer alarde de extravagancias extrañas. Antúnez me insinuó esta mañana una posible explicación a su demora, se refería a la moderación de los comentarios en el blog que se le ha confiado desde hace poco tiempo.

Yo realmente di casi mi palabra de honor de que esta explicación no podía ser cierta.

Pero en este momento veo su incomprensible obstinación y pierdo del todo el deseo de dar la cara en lo más mínimo por usted, y su posición no es, en absoluto, la más segura.

En principio tenía la intención de decirle todo esto a solas, pero ya que me hace usted perder mi tiempo inútilmente no veo la razón de que no se enteren también sus señores padres. Su rendimiento en los últimos tiempos ha sido muy poco satisfactorio, cierto que no es la época del año apropiada para hacer grandes posts, eso lo reconocemos, pero una época del año para no bloguear no existe, señor Dans, no debe existir.

– Pero señor Casciari – gritó Enrique fuera de sí, y en su irritación olvidó todo lo demás –, abro inmediatamente la puerta. Una ligera indisposición, un mareo, me han impedido levantarme.

Todavía estoy en la cama, pero ahora ya estoy otra vez despejado. Ahora mismo me levanto de la cama. ¡Sólo un momentito de paciencia! Todavía no me encuentro tan bien como creía, pero ya estoy mejor. ¡Cómo puede atacar a una persona una cosa así! Ayer por la tarde me encontraba bastante bien, mis padres bien lo saben o, mejor dicho, ya ayer por la tarde tuve una pequeña corazonada, tendría que habérseme notado.

¡Por qué no lo avisé en el Instituto! Pero lo cierto es que siempre se piensa que se superará la enfermedad sin tener que quedarse. ¡Señor conferenciante, tenga consideración con mis padres! No hay motivo alguno para todos los reproches que me hace usted; nunca se me dijo una palabra de todo eso; quizá no haya leído los últimos posts que he publicado.

Por cierto, que en el avión de las ocho salgo de viaje, las pocas horas de sosiego me han dado fuerza. No se entretenga usted, señor conferenciante; yo mismo estaré enseguida en el Instituto, tenga usted la bondad de decirlo y de saludar de mi parte al jefe.

Y mientras Enrique farfullaba atropelladamente todo esto, y apenas sabía lo que decía, se había acercado un poco al armario, seguramente como consecuencia del ejercicio ya practicado en la cama, e intentaba ahora levantarse apoyado en él.

Quería de verdad abrir la puerta, deseaba sinceramente dejarse ver y hablar con el conferenciante; estaba deseoso de saber lo que los otros, que tanto deseaban verle, dirían ante su presencia. Si se asustaban, Enrique no tendría ya responsabilidad alguna y podría estar tranquilo, pero si lo aceptaban todo con tranquilidad entonces tampoco tenía motivo para excitarse y, de hecho, podría, si se daba prisa, estar a las ocho en la T-4.

Al principio se resbaló varias veces del liso armario, pero finalmente se dio con fuerza un último impulso y permaneció erguido; ya no prestaba atención alguna a los dolores de vientre, aunque eran muy agudos.

Entonces se dejó caer contra el respaldo de una silla cercana, a cuyos bordes se agarró fuertemente con sus patitas. Con esto había conseguido el dominio sobre sí, y enmudeció porque ahora podía escuchar al apoderado.

¿Han entendido ustedes una sola palabra? – preguntó el conferenciante a los padres

–.¿O es que nos toma por tontos? – ¡Por el amor de Dios! – exclamó la madre entre sollozos –, quizá esté gravemente enfermo y nosotros le atormentamos. ¡Grete! ¡Grete! – gritó después. ¿Qué, madre? – dijo la hermana desde el otro lado. Se comunicaban a través de la habitación de Enrique –.

Tienes que ir inmediatamente al médico, Enrique está enfermo.
Rápido, a buscar al médico. ¡Acabas de oír hablar a Enrique? – Es una voz de animal – dijo el conferenciante en un tono de voz extremadamente bajo comparado con los gritos de la madre.

– ¡Anna! iAnna! – gritó el padre en dirección a la cocina, a través de la antesala, y dando palmadas –.¡ Ve a buscar inmediatamente un cerrajero! Y ya corrían las dos muchachas haciendo ruido con sus faldas por la antesala ¿cómo se habría vestido la hermana tan deprisa? – y abrieron la puerta de par en par.

No se oyó cerrar la puerta, seguramente la habían dejado abierta como suele ocurrir en las casas en las que ha ocurrido una gran desgracia.

Pero Enrique ya estaba mucho más tranquilo. Así es que ya no se entendían sus palabras a pesar de que a él le habían parecido lo suficientemente claras, más claras que antes, sin duda como consecuencia de que el oído se iba acostumbrando.

Pero en todo caso ya se creía en el hecho de que algo andaba mal respecto a Enrique, y se estaba dispuesto a prestarle ayuda. La decisión y seguridad con que fueron tomadas las primeras disposiciones le sentaron bien.

De nuevo se consideró incluido en el círculo humano y esperaba de ambos, del médico y del cerrajero, sin distinguirlos del todo entre sí, excelentes y sorprendentes resultados.

Con el fin de tener una voz lo más clara posible en las decisivas conversaciones que se avecinaban, tosió un poco esforzándose, sin embargo, por hacerlo con mucha moderación, porque posiblemente incluso ese ruido sonaba de una forma distinta a la voz humana, hecho que no confiaba poder distinguir él mismo.

Mientras tanto en la habitación contigua reinaba el silencio. Quizá los padres estaban sentados a la mesa con el conferenciante y cuchicheaban, quizá todos estaban arrimados a la puerta y escuchaban.

Enrique se acercó lentamente hacia la puerta con la ayuda de la silla, allí la soltó, se arrojó contra la puerta, se mantuvo erguido sobre ella – las callosidades de sus patitas estaban provistas de una substancia pegajosa – y descansó allí, durante un momento, del esfuerzo realizado. A continuación comenzó a girar con la boca la llave, que estaba dentro de la cerradura.

Por desgracia, no parecía tener dientes propiamente dichos ¿con qué iba a agarrar la llave? –, pero, por el contrario, las mandíbulas eran, desde luego, muy poderosas, con su ayuda puso la llave, efectivamente, en movimiento, y no se daba cuenta de que, sin duda, se estaba causando algún daño, porque un líquido parduzco le salía de la boca, chorreaba por la llave y goteaba hasta el suelo.

– Escuchen ustedes – dijo el conferenciante en la habitación contigua –, está dando la vuelta a la llave. Esto significó un gran estímulo para Enrique; pero todos debían haberle animado, incluso el padre y la madre. «iVamos Enrique! – debían haber aclamado –. ¡Duro con ello, duro con la cerradura!» Y ante la idea de que todos seguían con expectación sus esfuerzos, se aferró ciegamente a la llave con todas las fuerzas que fue capaz de reunir. A medida que avanzaba el giro de la llave, Enrique se movía en torno a la cerradura, ya sólo se mantenía de pie con la boca, y, según era necesario, se colgaba de la llave o la apretaba de nuevo hacia dentro con todo el peso de su cuerpo. El sonido agudo de la cerradura, que se abrió por fin, despertó del todo a Enrique. Respirando profundamente dijo para sus adentros: «No he necesitado al cerrajero», y apoyó la cabeza sobre el picaporte para abrir la puerta del todo. Como tuvo que abrir la puerta de esta forma, ésta estaba ya bastante abierta y todavía no se le veía.

En primer lugar tenía que darse lentamente la vuelta sobre sí mismo, alrededor de la hoja de la puerta, y ello con mucho cuidado si no quería caer torpemente de espaldas justo ante el umbral de la habitación. Todavía estaba absorto en llevar a cabo aquel difícil movimiento y no tenía tiempo de prestar atención a otra cosa, cuando escuchó al conferenciante lanzar en voz alta un «¡Oh!» que sonó como un silbido del viento, y en ese momento vio también cómo aquél, que era el más cercano a la puerta, se tapaba con la mano la boca abierta y retrocedía lentamente como si le empujase una fuerza invisible que actuaba regularmente.

La madre – a pesar de la presencia del conferenciante, estaba allí con los cabellos desenredados y levantados hacia arriba de haber pasado la noche – miró en primer lugar al padre con las manos juntas, dio a continuación dos pasos hacia Enrique y, con el rostro completamente oculto en su pecho, cayó al suelo en medio de sus faldas, que quedaron extendidas a su alrededor.

El padre cerró el puño con expresión amenazadora, como si quisiera empujar de nuevo a Enrique a su habitación, miró inseguro a su alrededor por el cuarto de estar, después se tapó los ojos con las manos y lloró de tal forma que su robusto pecho se estremecía por el llanto.

Enrique no entró, pues, en la habitación, sino que se apoyó en la parte intermedia de la hoja de la puerta que permanecía cerrada, de modo que sólo podía verse la mitad de su cuerpo y sobre él la cabeza, inclinada a un lado, con la cual miraba hacia los demás. Entre tanto el día había aclarado; al otro lado de la calle se distinguía claramente una parte del edificio de enfrente, negruzco e interminable era un hospital, con sus ventanas regulares que rompían duramente la fachada.

Todavía caía la lluvia, pero sólo a grandes gotas, que se distinguían una por una, y que eran lanzadas hacia abajo aisladamente sobre la tierra. Las piezas de la vajilla del desayuno se extendían en gran cantidad sobre la mesa porque para el padre el desayuno era la comida principal del día, que prolongaba durante horas con la lectura de diversos periódicos.

Justamente en la pared de enfrente había una fotografía de Enrique, de la época de su servicio militar, que le representaba con uniforme de teniente, y cómo, con la mano sobre la espada, sonriendo despreocupadamente, exigía respeto para su actitud y su uniforme.

La puerta del vestíbulo estaba abierta y, como la puerta del piso también estaba abierta, se podía ver el rellano de la escalera y el comienzo de la misma, que conducía hacia abajo.

Bueno- dijo Enrique, y era completamente consciente de que era el único que había conservado la tranquilidad, me vestiré inmediatamente, guardaré el ordenador y saldré de viaje. ¿Queréis dejarme marchar? Bueno, señor conferenciante, ya ve usted que no soy obstinado y me gusta trabajar, viajar es fatigoso, pero no podría vivir sin viajar. ¿Adónde va usted, señor conferenciante? ¿Al Instituto? ¿Sí? ¿Lo contará usted todo tal como es en realidad? En un momento dado puede uno ser incapaz de bloguear, pero después llega el momento preciso de acordarse de los servicios prestados y de pensar que después, una vez superado el obstáculo, uno blogueará, con toda seguridad, con más celo y concentración. Yo le debo mucho al jefe, bien lo sabe usted.

Por otra parte, tengo a mi cuidado a mis padres y a mi hermana. Estoy en un aprieto, pero saldré de él. Pero no me lo haga usted más difícil de lo que ya es. ¡Póngase de mi parte en el Evento Blog! Ya sé que no se quiere bien al bloguero. Se piensa que gana un montón de dinero y se da la gran vida.

Es cierto que no hay una razón especial para meditar a fondo sobre este prejuicio, pero usted, señor conferenciante, usted tiene una visión de conjunto de las circunstancias mejor que la que tiene el resto del personal; sí, en confianza, incluso una visión de conjunto mejor que la del mismo jefe, que, en su condición de empresario, cambia fácilmente de opinión en perjuicio del bloguero.

También sabe usted muy bien que el bloguero, que casi todo el año está fuera del trabajo, puede convertirse fácilmente en víctima de murmuraciones, casualidades y quejas infundadas, contra las que le resulta absolutamente imposible defenderse, porque la mayoría de las veces no se entera de ellas y más tarde, cuando, agotado, ha terminado un viaje, siente sobre su propia carne, una vez en el hogar, las funestas consecuencias cuyas causas no puede comprender.

Señor conferenciante, no se marche usted sin haberme dicho una palabra que me demuestre que, al menos en una pequeña parte, me da usted la razón. Pero Casciari ya se había dado la vuelta a las primeras palabras de Enrique, y por encima del hombro, que se movía convulsivamente, miraba hacia Enrique poniendo los labios en forma de morro, y mientras Enrique hablaba no estuvo quieto ni un momento, sino que, sin perderle de vista, se iba deslizando hacia la puerta, pero muy lentamente, como si existiese una prohibición secreta de abandonar la habitación.

Ya se encontraba en el vestíbulo y, a juzgar por el movimiento repentino con que sacó el pie por última vez del cuarto de estar, podría haberse creído que acababa de quemarse la suela.

Ya en el vestíbulo, extendió la mano derecha lejos de sí y en dirección a la escalera, como si allí le esperase realmente una salvación sobrenatural.

Enrique comprendió que, de ningún modo, debía dejar marchar a Casciari en este estado de ánimo, si es que no quería ver extremadamente amenazado su trabajo en el blog. Los padres no entendían todo esto demasiado bien: durante todos estos largos años habían llegado al convencimiento de que Enrique estaba colocado gracias al blog en la blogosfera para el resto de su vida, y además, con las preocupaciones actuales, tenían tanto que hacer, que habían perdido toda previsión.

Pero Enrique poseía esa previsión. El conferenciante tenía que ser retenido, tranquilizado, persuadido y, finalmente, atraído. iEl futuro de Enrique y de su familia dependía de ello! ¡Si hubiese estado aquí la hermana! Ella era lista; ya había llorado cuando Enrique todavía estaba tranquilamente sobre su espalda, y seguro que el conferenciante, ese aficionado a las mujeres, se hubiese dejado llevar por ella; ella habría cerrado la puerta del piso y en el vestíbulo le hubiese disuadido de su miedo.

Pero lo cierto es que la hermana no estaba aquí y Enrique tenía que actuar. Y sin pensar que no conocía todavía su actual capacidad de movimiento, y que sus palabras posiblemente, seguramente incluso, no habían sido entendidas, abandonó la hoja de la puerta y se deslizó a través del hueco abierto.

Pretendía dirigirse hacia el conferenciante que, de una forma grotesca, se agarraba ya con ambas manos a la barandilla del rellano; pero, buscando algo en que apoyarse, se cayó inmediatamente sobre sus múltiples patitas, dando un pequeño grito.

Apenas había sucedido esto, sintió por primera vez en esta mañana un bienestar físico: las patitas tenían suelo firme por debajo, obedecían a la perfección, como advirtió con alegría; incluso intentaban transportarle hacia donde él quería; y ya creía Enrique que el alivio definitivo de todos sus males se encontraba a su alcance; pero en el mismo momento en que, balanceándose por el movimiento reprimido, no lejos de su madre, permanecía en el suelo justo enfrente de ella, ésta, que parecía completamente sumida en sus propios pensamientos, dio un salto hacia arriba, con los brazos extendidos, con los dedos muy separados entre sí, y exclamó:

– ¡Socorro, por el amor de Dios, socorro! Mantenía la cabeza inclinada, como si quisiera ver mejor a Enrique, pero, en contradicción con ello, retrocedió atropelladamente; había olvidado que detrás de ella estaba la mesa puesta; cuando hubo llegado a ella, se sentó encima precipitadamente, como fuera de sí, y no pareció notar que, junto a ella, el café de la cafetera volcada, caía a chorros sobre la alfombra.

– iMadre, madre! – dijo Enrique en voz baja, y miró hacia ella.

Por un momento había olvidado completamente al conferenciante; por el contrario, no pudo evitar, a la vista del café que se derramaba, abrir y cerrar varias veces sus mandíbulas al vacío. Al verlo la madre gritó nuevamente, huyó de la mesa y cayó en los brazos del padre, que corría a su encuentro. Pero Enrique no tenía ahora tiempo para sus padres.

El conferenciante se encontraba ya en la escalera; con la barbilla sobre la barandilla miró de nuevo por última vez.

Enrique tomó impulso para alcanzarle con la mayor seguridad posible.

Hernán debió adivinar algo, porque saltó de una vez varios escalones y desapareció; pero lanzó aún un «iUh!», que se oyó en toda la escalera.

Lamentablemente esta huida de Casciari pareció desconcertar del todo al padre, que hasta ahora había estado relativamente sereno, pues en lugar de perseguir él mismo al conferenciante, o, al menos, no obstaculizar a Enrique en su persecución, agarró con la mano derecha el bastón del conferenciante, que aquél había dejado sobre la silla junto con el sombrero y el gabán; tomó con la mano izquierda un gran periódico que había sobre la mesa y, dando patadas en el suelo, comenzó a hacer retroceder a Enrique a su habitación blandiendo el bastón y el periódico.

De nada sirvieron los ruegos de Enrique, tampoco fueron entendidos, y por mucho que girase humildemente la cabeza, el padre pataleaba aún con más fuerza. Al otro lado, la madre había abierto de par en par una ventana, a pesar del tiempo frío, e inclinada hacia fuera se cubría el rostro con las manos.

Entre la calle y la escalera se estableció una fuerte corriente de aire, las cortinas de las ventanas volaban, se agitaban los periódicos de encima de la mesa, las hojas sueltas revoloteaban por el suelo. El padre le acosaba implacablemente y daba silbidos como un loco. Pero Enrique todavía no tenía mucha práctica en andar hacia atrás, andaba realmente muy despacio.

Si Enrique se hubiese podido dar la vuelta, enseguida hubiese estado en su habitación, pero tenía miedo de impacientar al padre con su lentitud al darse la vuelta, y a cada instante le amenazaba el golpe mortal del bastón en la espalda o la cabeza.

Finalmente, no le quedó a Enrique otra solución, pues advirtió con angustia que andando hacia atrás ni siquiera era capaz de mantener la dirección, y así, mirando con temor constantemente a su padre de reojo, comenzó a darse la vuelta con la mayor rapidez posible, pero, en realidad, con una gran lentitud.

Quizá advirtió el padre su buena voluntad, porque no sólo no le obstaculizó en su empeño, sino que, con la punta de su bastón, le dirigía de vez en cuando, desde lejos, en su movimiento giratorio. ¡Si no hubiese sido por ese insoportable silbar del padre! Por su culpa Enrique perdía la cabeza por completo.

Ya casi se había dado la vuelta del todo cuando, siempre oyendo ese silbido, incluso se equivocó y retrocedió un poco en su vuelta. Pero cuando por fin, feliz, tenía ya la cabeza ante la puerta, resultó que su cuerpo era demasiado ancho para pasar por ella sin más.

Naturalmente, al padre, en su actual estado de ánimo, ni siquiera se le ocurrió ni por lo más remoto abrir la otra hoja de la puerta para ofrecer a Enrique espacio suficiente.

Su idea fija consistía solamente en que Enrique tenía que entrar en su habitación lo más rápidamente posible; tampoco hubiera permitido jamás los complicados preparativos que necesitaba Enrique para incorporarse y, de este modo, atravesar la puerta.

Es más, empujaba hacia adelante a Enrique con mayor ruido aún, como si no existiese obstáculo alguno. Ya no sonaba tras de Enrique como si fuese la voz de un solo padre; ahora ya no había que andarse con bromas, y Enrique se empotró en la puerta – pasase lo que pasase.

Uno de los costados se levantó, ahora estaba atravesado en el hueco de la puerta, su costado estaba herido por completo, en la puerta blanca quedaron marcadas unas manchas desagradables, pronto se quedó atascado y solo no hubiera podido moverse, las patitas de un costado estaban colgadas en el aire, y temblaban, las del otro lado permanecían aplastadas dolorosamente contra el suelo.

Entonces el padre le dio por detrás un fuerte empujón que, en esta situación, le produjo un auténtico alivio, y Enrique penetró profundamente en su habitación sangrando con intensidad.

La puerta fue cerrada con el bastón y a continuación se hizo, por fin, el silencio.

Enrique Dans y su blog acababan de morir, como bien había predicho Casciari :-)


PD. Con el mayor de los respetos a Enrique, Hernán, Franz y familias


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