‘Los habitantes de mi Biblioteca’ en ‘Momo dice’, el blog de Lucía Martínez Odriozola

2 de octubre de 2010

Paseaba por el puerto de Melilla hace casi un año, en noviembre de 2009, cuando a través de la cristalera, a media luz, vi el inconfundible perfil de Lucía Martínez Odriozola, que tomaba una copa en agradable conversación. Era de noche y aquello era África. Melilla tiene su punto.

Veníamos de coincidir el mes anterior en Muskiz en el sarao que organizó El Correo, Euskadi 5.0.

Golpeé con mis nudillos la cristalera para llamar la atención de Lucía. Uno de los tipos que estaba en la conversación se giró y me miró extrañado, luego resultó ser el presidente de la Asociación de la Prensa de Melilla, yo le señalé con mi dedo a Lucía, que charlaba sin parar, vehemente, gesticulando.

Cuando el presidente de los periodistas melillenses reclamó la atención de Lucía y me señaló a través del cristal, Lucía se aterremotó, se levantó de la silla de un respingo, y medio encorvada por la velocidad que adquirió rodeó la cristalera y me dio tal abrazo que todavía mecrujen un par de costillas que no sabía ni que tenía.


A partir de ahí, pasaron varias cosas en esos tres días. Acabamos una noche en un concierto de jazz en un pub absolutamente especial y nos volvimos al hotel andando descalzos por la playa, muy de madrugada. Son ese tipo de cosas que nos pasan a los periodistas. La noche africana, las estrellas, el Mediterráneo del otro lado, el calor, el jazz... joder, qué bueno todo. Venía con nosotros un amigo de Granada, que también recabé en el hotel, pero esa es otra historia.

La segunda fue que entre cerveza y cerveza en la barra del hotel con más soldados, legionarios, policías nacionales y guardias civiles que he visto en mi vida (y soy donostiarra de los ochenta, You Know) empezamos a bucear la Lucía y este menda porque nos daba en nuestras narices que nos conocíamos.

Registramos a fondo nuestros currículos y Voilá! resultó que cursamos juntos el Máster de Periodismo de El Correo el curso 1990-1991, pero coincidimos justico, porque en 18 de enero, cuando comenzó la Operación Tormenta del Desierto, el entonces director de Ideal me llamó para incorporarme a currar en la Redacción y Lucía estaba por su parte bastante entretenida, ya que estaba preñada.

Pero, magia! y finalmente, nos reconocimos Otro abrazo que te crió y más costillas desconocidas que vuelven a crujir.

La tercera fue que me pidió un artículo para su blog, el mítico Momo Dice. El resultado es que he buceado en mi corazón, he desnudado mi alma y he escrito una historia muy personal y muy íntima. Es verídica. Es un homenaje y es muy triste.

Lucía, por su parte, construye un perfil para mí en su presentación que todavía estoy maravillado por su ternura y certeza.

Es el siguiente: "Yo no sé cómo llamarlo. Bueno, sí, Barrera. Es Juan Larzabal/Javier F. Barrera, un periodista donostiarra y, desde 1991, granadino. El año pasado, en noviembre, me lo encontré en Melilla. Él había ido a dar un curso; yo, al jurado de esto. Habíamos tropezado unas semanas antes aquí. Y ambos creíamos que no nos conocíamos. Después de mucho hablar, resultó que habíamos hecho el máster de periodismo el mismo año, 1990-91. Allí le pedí que escribiera algo para mi ''Sala de invitados'. Me lo entregó hace unas semanas. Lo he guardado para que no pasara desapercibido en la vorágine del verano. Barrera es un periodista no sé si feliz, pero sí que se reivindica a sí mismo y a sus compañeros de profesión, reivindica su profesión, su formación. Le gusta hablar de las cosas que están bien hechas, le gusta hacer las cosas bien y disfrutar de ellas. Y todo eso se puede ver en su blog, Periodismo al pil pil."

Gracias, Lucía. Recuerda que me rodee el resto de mi vida de la gente que es capaz de sacar todo lo bueno, aunque sea triste, que llevo dentro.

Y este es el link al blog de Lucía, Momo Dice, y a mi artículo que publica en ‘Sala de Invitados’ y que titulé ‘Los habitantes de mi Biblioteca’.


1 comentarios:

momodice dijo...

Muchas gracias, Barrera, porque al leer lo que has escrito he recordado cosas de aquel encuentro que tenía olvidadas, y me han crujido algunas costillas que ni sabía que tenía.

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