Morente, Maestro! Gracias!

13 de diciembre de 2010

Al Príncipe del Flamenco, al tipo que acaba de morir entre el respeto y admiración de todo el mundo, le van a llover las mismas lágrimas que adjetivos. Y serán justos.

Como tengo la suerte de vivir en el Realejo, tuve la suerte de conocer a la persona, al Enrique Morente rajao y coñero que se iba de cañas con Juanito Mesa y el Murciano y compañía. La persona elegante y bien pertrechada del frío de Sierra Nevada con su traque de chaqueta como de pana y como negro oscuro pero con el toque principesco del fular blanco.

Ahí, al fondo del mítico bar Candela del Realejo de Granada se tomaba sus cañicas o sus vinitos con su panda de gamberros, flamencos, payos, gitanos, granaínos mala follás que sabían que el mayor tesoro de Enrique Morente, por encima incluso de su voz, era su amistad.

Yo, qué joven era, sabía de él por quizá la mejor entrevista que le haya visto firmar a Carlos Morán, la primera, de las tres extensas entrevistas que le ha hecho; la que le hizo en Madrid cuando el hueco dejado por el Camarón era tan inabarcable.

Luego llegó Omega, que llegó tan pronto que fue demasiado pronto, como explica Juanpi cuando habla de a batalla de Gaugamela, y hoy es un clásico y un caudal de músicas.

Ahí en el fondo del Candela me quise acercar, quería saludar a un Maestro y me acerqué al Murciano y al Juanito Mesa como para pedir permiso. No problem. Me acerqué y le dije: "Maestro, que quería saludarlo". Me miró despacio, me escrutó, y le nació una sonrisa de esas de cuerpo entero, me alargó la mano, me la estrechó y me puso la otra encima, como atrapándola para decirme: "Gracias".

Así era Enrique Morente.

Así, y todo lo demás.

No quiero ni pensar lo que están llorando ahora los Lagartija, Morán, Juanito Mesa, el Murciano y compañía.

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