El día que te quedas mirando de frente a tu reportaje

7 de octubre de 2013


Estas son las cosas por las que un tipo como yo es completamente feliz. El otro día se presentaba una iniciativa para que Granada forme parte de la Red Sefarad. El Realejo es la antigua Judería de Granada, de la que no queda vestigio alguno, porque los Reyes Católicos mandaron arrasarla. 

Bueno, quedar, quedan muchas cosas, como conté hace un par de años en este reportaje que titulé 'La leyenda de la Judería de Granada'.

Vivo en el Realejo desde hace quince años y siempre digo que si no fuera por este barrio haría mucho, mucho, mucho tiempo que hubiera volado a otro sitio. Hay otra razón más, pero la miel me la guardo para mí y mi propio tiempo. 

Así que, tras conocer la iniciativa de proponer que Granada forme parte de la Red de Juderías de España, me di una vuelta por mi barrio y pensé que era un buen momento para visitar el recientemente inaugurado Museo Sefardí, cuya visita os recomiendo. 

Me fui con González Molero, ese monstruo de la fotografía, que me disparó por la espalda y me brindó esta imagen, que adoro, donde se me ve mirando de frente al reportaje que quiero explicar, la vivencia que busco desmenuzar, el matiz que dé sentido a la historia y a la propuesta, el pliegue entre cinco, diez siglos de historia que me justifique el reportaje no sé ya si ante mis jefes, que me quieren porque nos queremos; a mis lectores a los que nos debemos o, directamente, a mí mismo, como me enseñó Antonio Cambril, a quien me encontré el viernes pasado a las cinco de la mañana y bebimos cerveza juntos.

Lo encontré. Vi ese detalle que construye la historia porque la explica.

Una pareja de edad madura, con uniforme completo de guiri mapa en mano, terminaba la visita al Museo Sefardí. A la salida, en la minúscula mesita que hace las veces de buró de recepción, dejaba con elegancia un billete de 20 euros mientras, en inglés, decía: "Para el futuro del Museo". 

¿Quiénes eran esos dos tipos que me brindaban el reportaje en bandeja? Hubiera apostado las copas del fin de semana a que eran unos extranjeros judíos, por supuestísimo.

Y me equivoqué. Se trataban de unos profesores universitarios alemanes. 

Y así es como se escribe la historia

Y así es como terminé por fin mi reportaje.

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